Si tan solo nuestros clientes supieran que sufrimos y sudamos sangre buscando la ilegalidad que los salve del yugo opresor de la autoridad, quizá dejarían de llamarnos a deshoras y pagarían sin chistar; entonces comprenderían que todo nuestro esfuerzo se dirige a resolver sus problemas jurídicos, a ser el puente entre sus oraciones y el creador del universo. Pero no, no siempre es así de fácil.
Y no importa si el cliente trae un asunto grande o pequeño a mi firma yo trato a todos con el mismo empeño, cuando investigo lo mismo me esfuerzo por Juan que por Pedro; pero es que ellos no me ven con los ojos ardiendo después de horas leyendo leyes y reglamentos, no saben que a veces sueño con sus problemas. Porque a todos los buenos abogados les atormentan, aunque sea un poco, los problemas de sus clientes.

Pero no te desesperes, tú que empiezas en esto del litigio. Con el tiempo aprendes que más vale tu tranquilidad que aceptar a una persona problemática como cliente, porque aprendes que no ha todos se les puede llamar clientes; empiezas a escuchar tu instinto, a sonreír y explicar que tus honorarios son directamente proporcionales a tu valía. Porque aunque no vendes triunfos, ofreces poner una parte de ti en cada uno de tus conceptos de impugnación y sabes que el trabajo bien hecho cuesta.
Aunque entiendo la desconfianza después de todo al gremio lo precede su mala fama, también sé que yo no vendo ilusiones sino realidades, que yo no juzgo y que lo que ofrezco está fundado en derecho. Sin embargo es claro que existe otra perspectiva de la abogacía, y como dice cierto abogado tuitero, tristemente muchas personas prefieren comprar influencias que legalidad. Ahí es donde debes plantearte qué tipo de abogado eres, y si tendrás la templanza necesaria para sortear las exigencias de este tipo de clientes.

Esta reflexión viene después de un largo tiempo ausente, de un año difícil para todos donde descubrí la fragilidad de la mente aislada y la importancia de proteger nuestra salud mental a costa de todo; así, aunque en el pasado cometí equivocaciones ahora no me imagino lidiando con personas que se roben esa paz mental, ni aunque me paguen.
Aprendamos primero a valorar nuestro trabajo, porque aunque suene trillado, si no lo haces tú ¿quién?
Lic. Sandra Climént Arredondo